Una historia para recordar...

“Estaba un día domingo la caleta semi-vacía, era un día de sol y de mar en calma, en la caleta no había mucha gente porque ese día había un compromiso deportivo con el club de los pescadores artesanales, pero igual quedaban algunas encarnadoras terminando su trabajo, y en el medio de la caleta había un viejo pescador tejiendo redes, este viejo, estaba con sus botas puestas, su gorro de lana, su barba descuidada, y fumando un cigarro, para él parecía que el mundo no existía, estaba imbuido en sus redes.

De pronto pasa una familia de turista, esto era un matrimonio con dos hijos. Entonces, este turista le hace un comentario a su mujer,
Marido: “oye estos gallos si que son felices”

Mujer: ¿por qué mi amor?

Marido: “porque viven todo el año de lo que le regala el mar, y el mar no les pide nada a cambio… no les cobra nada”

Y el pescador que estaba trabajando en sus redes, escucho este comentario y lo quedó mirando como una invitación al dialogo.

Turista: “¿por qué así es la cosa, o no?”, le preguntó al viejo pescador.

Entonces el pescador dejo de fumar y le dijo:

Pescador: “sabe caballero, usted a acabado de decir dos cosas: en una tiene completamente la razón, y la otra está profundamente equivocado”.

Turista: “como es eso”

Pescador: “le explico… yo he sido feliz siendo pescador, y en eso usted tiene razón, he pasado eventualidades, pero cuando uno se gana el pan con lo que le gusta, claro que es uno feliz, y ahí usted tiene razón… pero usted dice que el mar no cobra, y está equivocado.

Turista: “¿cómo?... ¿Qué le ha cobrado?”

Pescador: “mire, a mi solo una vez en la vida me cobró el mar, y el precio que tuve que pagar fue tan alto que aún no me repongo, a pesar de que fue hace varios años. Usted ve a sus niños, ellos son parte de su felicidad o su felicidad misma. A mi cuando el mar me cobró me quitó a mi hijo.

En ese momento el turista se da cuenta que su comentario, no estaba bien fundamentado, y le dice al pescador.

Turista: “disculpe, no había pensado en eso”.

Luego conversan entre ambos sujetos, otras cosas, hasta que el turista finalmente se despide, y mientras se iba retirando de la caleta, el pescador le realiza una pregunta.

Pescador: “y usted caballero, ¿estaría dispuesto a ser tan feliz como yo lo he sido, a cambio de ese precio?”.

Entonces, simplemente el turista quedó sin respuestas…”

… y esa es la pregunta que le hacemos los pescadores artesanales, a todas las comunidades, ya sean costeras o del interior, porque muchas veces tienen una mala imagen de lo que es la pesca, piensan que es algo fácil, y la cosa no es tan así, aquí en la caleta tenemos una lapida con 36 nombres de pescadores, todos tenemos algún familiar ahí muerto, entendamos también la otra parte de la pesca, está es nuestra realidad…[1]

[1] Cuento relatado por un pescador artesanal, de la Caleta Portales.